Es tiempo para el silencio de la mente, y los susurros del sentido.
Es tiempo para el perdón por lo que pienso, y el regocijo de saber que lo pienso, a pesar de todo.
Nunca he mentido después de medianoche.
Cada vez más intento apartar de mi lado lo evidente
por miedo a que la historia cambie de forma
y se pierda en mi memoria (tan volátil, tan esquiva, tan presente…)
Es tiempo para el perdón por lo que pienso, y el regocijo de saber que lo pienso, a pesar de todo.
Nunca he mentido después de medianoche.
Cada vez más intento apartar de mi lado lo evidente
por miedo a que la historia cambie de forma
y se pierda en mi memoria (tan volátil, tan esquiva, tan presente…)
Me agarro a la culpa como remedio a la locura.
Me sorprendo enumerando carencias y descontando minutos de vida a la luna.
Mientras, me acerco al final de la primera parte, cayendo… evitando volver al frío de mi tristeza, al gris de la mañana.
Pretendemos evitar que el cansancio venza,
para seguir soñando despiertos así,
entre palabras uniendo dos espacios
sin conexión aparente (tu mente, mi mente)
La casualidad, el círculo perfecto; las sorpresas que la noche guarda en forma de tópicos.
Y las conversaciones cómplices con el desconocido.
Mala forma de ver la propia conciencia,
genial espejo en el que mirarla desde fuera.
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